¿Has creído al Señor cuando te dice que si te arrepientes de tus pecados, te apartas del mal, sigues su camino y confiesas que Jesucristo es el Señor tendrás vida y vida en abundancia?
¿Realmente has puesto tu confianza en su Omnipotencia?
Realicemos un pequeño análisis de nuestra fe.
La Palabra de Dios nos enseña que la fe es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (He 11:1), sin embargo, en muchas ocasiones incurrimos en el error que cometió el Apóstol Tomás cuando dijo "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré" (Jn 20:25); y muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta ya que, aunque no estamos diciendo las mismas palabras, dudamos de sus promesas y pensamos en nuestro corazón que ¡¡SI!!, Él nos oye y todo lo demás pero si no escuchamos su potentisima voz hablar a nuestro oído entonces no vamos a aceptar las palabras del Profeta, la exhortación del Evangelista o el consejo amoroso del Pastor; y en esta situación yo me pregunto ¿Acaso no es esta la misma clase de incredulidad y aun peor que la que demostró aquel hombre de Dios?
Y nos excusamos a nosotros mismos diciendo ¿Que de Pedro? ¿Acaso este no dudó cuando le dijo al Señor "si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas" (Mt 14:28)?
Muchas veces, caminando en medio de su luz, miramos hacia las tinieblas del mundo y decimos ¿Sera esta la verdadera voluntad de Dios? Dudamos; cuando nos distraemos de su Palabra, cuando corremos a buscar bienes materiales como si no existiera nada más, cuando en medio de una lucha decimos ¿Señor donde estas?, en ese preciso instante nos estamos haciendo aun más incrédulos que aquellos que estuvieron con el Señor, y aun peor, nos hacemos vulnerables a los ataque del que vino "para hurtar y matar y destruir" (Jn 10:10)
Ahora bien, nuestra vida en el Señor depende absolutamente de la fe, pues bien lo dijo el Profeta "el justo por su fe vivirá" (Hab 2:4). La calidad de nuestra relación con Dios depende y es reflejo de cuanta confianza pongamos en Su Palabra, sin dudar acerca de ningún concepto, precepto, ordenanza, llamado o profecía que venga del Señor y sus siervos; no podemos ponerlo a prueba, no podemos dudar de su sabiduría, ni de la dirección que recibimos del Espíritu Santo y menos del amor de Cristo.
Poner en tela de juicio la veracidad de la Palabra del Señor es como dudar del perdón y salvación recibidos por medio de su sacrificio en la cruz del calvario.
Este tipo de situaciones en las que vacilamos en cuanto a lo que puede hacer Dios en nuestras vidas, en las vidas de quienes nos rodean y en lo que puede hacer a través de nosotros, suceden muy a menudo cuando estamos atravesando por un desierto, es decir, cuando enfrentamos situaciones adversas, bien sean de carácter económico, de salud, familiares, dentro de la Iglesia, etc; en la mayoría de los casos nunca notamos que estas situaciones no suceden para que dudemos sino para:
- Demostremos cuan fuerte estamos sujetos a la roca que es Cristo
- Para dar testimonio de que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (Fil 4:13)
- Para que el Señor nos moldee de acuerdo a Su Voluntad.
Dios es fiel y nunca nos permitirá ser tentados más de lo que podamos resistir sino que nos dará la salida junto a la tentación (1Co 10:13)
Cuando estamos llenos de esas dudas que nos pone el enemigo en nuestro corazón debemos sujetarnos a esa hermosa Palabra dada por el Señor allá en el Antiguo Testamento en la que nos da un mandamiento y una promesa:
"Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" (Jos 1:9)
No temas, no desmayes, Él esta contigo donde te encuentres, en la situación que sea, en la lucha, en la prueba, en el gozo y en el llanto, en la alegría y en las tristezas, en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la austeridad tal cual el Novio que es de su Iglesia que le espera y que le ama.
No pierdas la fe que hay en tu corazón, acreciéntala, fortalécela, llénala de Él y descansa en sus brazos de amor y de tranquilidad, recuerda que ni aun las puertas del Hades prevalecerán contra su Iglesia (Mat 16:18), mucho menos lo harán los problemas y dificultades porque la presencia de Dios estará contigo siempre.
Bendiciones.